Pinceladas sueltas y fluidas. Colores luminosos y la luz como protagonista. Paisajes naturales y urbanos, escenas cotidianas de la vida moderna de Francia en el siglo XIX. Más allá de un estilo, un movimiento artístico, una revolución, porque los cuadros y artistas que hoy apreciamos no tuvieron entonces la misma suerte.
El contexto: la revolución industrial permitió la producción en masa, abarató los costos de la pintura, así como su facilidad de uso y transporte. Se empezó a pintar al aire libre de manera más frecuente y sencilla. El avance tecnológico con la ampliación de las líneas ferroviarias, facilitó el desplazamiento entre ciudades. Así, las y los artistas podían pintar a las afueras de París. El resultado: más cuadros pintados al aire libre y la incorporación de escenas modernas en los lienzos.
Pero para que un artista tuviera visibilidad e impulso en su carrera, debía entrar el Salón de París, exposición de la Academia de Bellas Artes que dictaba los cánones. No todos los artistas ni todo su trabajo podía formar parte. Ante la exclusión, un acto en respuesta: un grupo de artistas organizó su propia exposición. El colectivo fundado por Claude Monet, Edgar Degas, Auguste Renoir, Berthe Morisot—artista que injustamente se omite muchas veces en la historia—, Paul Cézanne, Camille Pizarro y Alfred Sisley realizó la primera exposición independiente en 1874.
La muestra tenía obras novedosas para la época, entre temática y técnica. Lo que solía representarse en la Academia eran los grandes relatos de la historia o temas mitológicos. Lo que plasmaba el grupo eran escenas de la vida moderna y cotidiana, así como paisajes y bodegones o naturaleza muerta, que eran vistos como arte menor.
La técnica que era distinta, mezclaba los colores directo en el lienzo, con pinceladas que podían apreciarse una a una, sin contornos y sin uso del negro en la paleta de color. La mano creadora se aprecia en el cuadro. La crítica se escandalizó y consideró los cuadros como bocetos y no como obras terminadas. La exposición no fue comprendida, pero tampoco ha sido el único caso en la historia del arte. No entender una obra o artista en su momento, es de hecho algo bastante común.
Los impresionistas, nombre que le dieron los críticos a manera de burla y que el grupo adoptó más tarde, sentaron las bases de un movimiento importante por romper con los cánones establecidos y hacerse un espacio propio en el mundo del arte. Llevaron los lienzos a la calle y fuera de las academias. Una revolución artística que abrió las puertas a otras maneras de crear.
Impresionistas en México
El trabajo de este grupo ahora puede apreciarse en la Ciudad de México. El Museo del Palacio de Bellas Artes abrió recientemente la exposición La revolución impresionista: de Monet a Matisse, una colaboración con el Museo de Arte de Dallas (DMA) que reúne 45 piezas y 26 artistas.
Dividida en cuatro secciones es un recorrido pictórico y escultórico —sí, porque también hay esculturas impresionistas— a través de la historia e influencia de este movimiento.
Rebeldes con causa: la primera parte muestra el comienzo con la primera exposición en 1874 del grupo que desafió al sistema con su propio colectivo denominado como Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores. En esta parte hay obras como El Pont Neuf de Monet, Maternidad de Renoir y la escultura La masajista de Degas.
Notas de campo: segunda parada, se centra en el color y la técnica con un movimiento fluido y rápido del pincel. Tampoco aplicaban barniz, contrario a lo que se hacía en la Academia. Aquí se encuentran El puerto de Niza de Berthe Morisot y El estanque de nenúfares (Nubes) de Monet, entre otros.
Efectos secundarios: tercera parte y otro giro artístico con el postimpresionismo y puntillismo. Los artistas retomaron el impresionismo con formas más exageradas, colores antinaturales y composiciones simbólicas. Gavillas de trigo de van Gogh y Mujer en su toilette de Louis Anquetin son algunos de los cuadros de Efectos secundarios.
Para siempre: la última parada es la influencia del movimiento. El rompimiento del canon siguió hasta el arte moderno y las vanguardias como el cubismo, el fauvismo, el expresionismo y el arte abstracto, que surgieron a raíz de esta mirada radical en el arte. Algunos de los últimos cuadros son Bosque de Turingia y Vista desde Hisøya cerca de Arendal de Edvard Munch, así como Naturaleza muerta: ramo de flores y frutero de Henri Matisse.
En palabras de la curadora de la muestra, Nicole R. Myers:
«Qué revolucionario fue y sigue siendo».
¿Dónde ver?
En las salas Nacional y Diego Rivera del Museo del Palacio de Bellas Artes.
Puede visitarse de martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas.
El costo del boleto es de 95 pesos con entrada gratuita los domingos. El ingreso es por horarios y con cupo limitado.
¿Hasta cuándo estará La revolución impresionista: de Monet a Matisse en Bellas Artes?
Esta exposición estará en la CDMX hasta el 27 de julio de 2025.